Tras un largo viaje, llegaron a las tierras del joven y tras contraer matrimonio, Sedna descubrió quién era en realidad su nuevo marido; un petrel, un ave marina, con la capacidad de adoptar forma humana. Sedna, asustada, quiso escapar.
Entretanto, el padre de Sedna, había emprendido la búsqueda de su hija, desesperado. Al fin, llegó a las tierras del petrel y encontró a su hija, a la que escondió detrás de unas rocas y esperó a que su marido se fuera de casa en busca de pesca. Cuando éste hubo abandonado su morada, Sedna y su padre huyeron.
Sin embargo, el petrel llegó a tiempo para ver cómo ambos huían y comenzó una persecución, en la que además provocó una gran tormenta que hacía peligrar la embarcación. Ante esta situación, el padre de Sedna arrojó a su hija por la borda.
Sedna, agarrada al costado del barco, suplicó a su padre que la salvara, mientras la violencia de la tormenta iba en aumento. Su padre no solo no la ayudó a salvarse sino que fue cortando uno a uno los dedos de su hija, que según caían al mar, iban convirtiéndose en focas, ballenas y narvales. Antes de que Sedna cayera al mar, su padre le arrancó un ojo. La muchacha descendió al mundo inferior del fondo del mar, convirtiéndose en dueña y señora de todos aquellos mamíferos marinos que habían sido sus dedos.
Fuente: http://mundileyendas.blogspot.com.uy/2015/04/sedna-mitologia-inuit.html
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